lunes, 20 de octubre de 2008

Vivir

La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz.

Hermann Hesse

* * *

Miro desde mi ventana. Veo a una pareja de mujeres, ya mayores de edad. Están en la terraza poniendo la mesa. Hace buen tiempo. Las observo. Me centro en su relación, en cómo se tratan. Ningún abrazo, ninguna caricia, ninguna sonrisa, ninguna demostración de afecto. Quizás ya ha pasado mucho tiempo, es algo previsible, quizás ya no hace falta, saben lo que sienten. Sin embargo verlas así me asusta. Miro. Una está sentada en la mesa leyendo un periódico, supongo esperando la cena.

Me pregunto cómo seré yo dentro de 30 años. Si estaré sola, si tendré alguien a mi lado. ¿Cómo será esa relación? Es difícil predecir, difícil intentar abrir las puertas a algo que lleva a una completa oscuridad. No podría aceptar estar como aquellas dos mujeres. Coge su vaso de vino. Bebe. Llega la otra. La cena está en la mesa. Vuelve a entrar. La otra empieza a comer. No espera. No ayuda. Ni una caricia, ni un beso, ni un mimo. Me entra un escalofrío. ¿Acaso no hace falta demostrar cariño aún después de tantos años? ¿Acaso una relación no se alimenta de pequeños detalles en el día a día?

Rezo para que no me convierta en una mujer insensible, acostumbrada, predecible. Quiero alimentar una relación, no quiero que se convierta en rutina. Ha vuelto. Una enfrente de la otra. Hablan. Me consuela. No las conozco, no sé nada de ellas, de sus vidas, de su felicidad. No tengo derecho a juzgarlas. No las juzgo. Simplemente observo, imagino, espero.

Me veo en la misma terraza con la persona que cada día dibuja mi presente. Me veo consumida por los años pero rejuvenecida por estar con la persona que tengo al lado. Nos veo en la terraza. Ponemos la mesa. Preparamos la cena. Te acaricio el pelo, te abrazo por la cintura. Te das la vuelta y me besas. Nos sentamos. Comemos. Conversamos. Reímos. Nos miramos con la misma pasión de hace 30 años. Miro. Han acabado de cenar. Una está medio dormida y la otra ha vuelto a leer el periódico. Miro. Hemos acabado de cenar. Me levanto, me acerco a ti, me siento encima de ti y me quedo entre tus brazos disfrutando de cada segundo a tu lado.

jueves, 16 de octubre de 2008

Sed de ti

No eres
posible,
no es posible
que todo el calor del mundo
haya cobrado la forma de tu cuerpo
tendido e irradiante junto al mío,
no es posible tu cuello
girando sobre la almohada lentamente
como fanal de dicha,
tanta fructificación no es
posible, tan alta primavera
desbordando tus pechos y tus manos
hasta inundar todas las alcobas de mi vida,
no es posible el latido de tu sueño
cuando convoca
paisajes como caricias, dédalos susurrados
de fraternidad y auxilio y maravilla,
no es posible la paz de tu vientre rubio
si te busco debajo de las sábanas.
Desnuda no eres posible. Junto a mí, no es posible.
Eres lo más real y no es posible.

Incredulidad, Jorge Riechmann

miércoles, 15 de octubre de 2008

Reflexión para sordos

‘Deja de darle tantas vueltas a las cosas; Dios Ro, deja de darle tantas vueltas a las cosas, ¿por qué le das tantas vueltas, dime, por qué?’. Porque pienso. Soy un ser racional y por muchas irracionalidades que diga, las cosas me afectan de una forma extremadamente impactante. Soy una de esas personas que siente mucho, demasiado y aun peor: reflexiona aun más sobre ello. Como todos tengo cosas que no me agradan, y las cosas que no agradan muchas veces se perciben como problemas. Y esos acontecimientos desagradables necesito compartirlos, hablarlos, solucionarlos.

Necesito dialogar. La comunicación es una de las herramientas más importantes en la sociedad actual, no solo en el entorno profesional sino también y sobre todo en el ámbito personal; sin comunicación es imposible tener trato con las personas. Necesito dialogar. Lo más valioso que tienen los problemas es que a través del dialogo se pueden escuchar los puntos de vista de la otra persona y sobre todo comprender la situación en la que nos encontramos para poder llegar a realidades cada vez más favorables. Necesito dialogar. El hecho de llegar a entenderse mutuamente y establecer acordes comunes. Necesito dialogar. No me gusta encontrarme delante de una puerta de madera completamente cerrada, bloqueada y que encima no muestra ninguna señal de abertura porque parece que simplemente no tiene el mínimo interés para mejorar la situación.

El patrono es siempre el mismo: las cosas que nos agradan las gestionamos bien, mientras las cosas que no nos agradan no las aceptamos y huimos de ellas. Intento ganar confianza y lo único que recibo a cambio es la negación completa de cualquier forma de dialogo. Cada vez tengo que enfrentarme al mismo ciclo negativo de no saber resolver los problemas. Ya no vale la pena contar lo que me pasa, porque de todas formas no se me hace caso. Dejo de quejarme. No hablo, y por lo tanto se pierde la oportunidad de mejorar la relación que en este momento no funciona y que cada vez sigue empeorando, causando aun más insatisfacción.

Estoy cansada, sinceramente cansada de tener la sensación de que mis pensamientos simplemente resulten en palabras sueltas sin aparente significado; palabras sueltas que al final se acaban chocando contra esa puerta gruesa e inerte de madera que es tu corazón. Cansada de no ser escuchada. Estoy harta de que no se me preste la atención necesaria, sobre todo si se trata de asuntos comunes. Harta de desnudarme ante un problema y ver completa indiferencia.

Por lo visto parece que le doy demasiadas vueltas a las cosas, que me hago líos mentales, que siempre repito lo mismo; pero, ¿qué hacer si no se me escucha?, ¿qué hacer si no noto la mínima forma de colaboración por la otra parte? Me siento impotente de no poder llegar a expresarme lo suficiente o no ser lo suficientemente escuchada. Me afectan los problemas y me importan los demás puntos de vista. Me interesa fomentar una relación y sin comunicación esto resulta prácticamente imposible. Y estoy harta de que nadie me entienda, que nadie me escuche, que nadie se sepa meter en mi situación. ¿Es tan raro hablar de las cosas en vez de simplemente echar en cara? ¿Es tan absurdo dialogar sobre lo que necesita la otra persona? ¿Es tan sorprendente intentar solucionar los problemas? ¿Es tan extraño escuchar y prestar atención? Si solo supiera…si solo entendiera la razón por la que siempre rechazas el dialogo…si solo supiera…pero no lo sé. Estoy cansada de internarlo. Basta.

lunes, 13 de octubre de 2008

Drogadicta

Ni me entiendo ni me entienden;
ni me sirve alma ni sangre;
lo que veo con mis ojos
no lo quiero para nadie.

Todo es extraño a mí misma,
hasta la luz, hasta el aire,
porque ni acierto a mirarla;
ni sé cómo respirarle.

Y si miro hacia la sombra
donde la luz se deshace,
temo también deshacerme
y entre la sombra quedarme
confundida para siempre
en ese misterio grande.

Ni me entiendo ni me entienden, Concha Méndez

* * *

Tengo que huir de todos los pensamientos irracionales e insensatos que rodean mi cabeza. Me veo atrapada, paralizada ante mi mismo juego subjetivo de axiomas. Mis venas saborean la llegada de una nueva inyección de jodetelavidahastaquepuedas , el nuevo medicamento que cuida la depresión y maltrata el espíritu. Efectos colaterales: distorsión de la realidad, exagerada reprobación, creencias paranoicas y eventual pérdida de control. Lo malo es que la sobredosis suele ser lo más corriente.

Indefensa me veo reflejada en el suelo, subyugada de ideas profanas, ataques disparatados, realidades ilusorias. El fármaco me transforma en un ser que yo misma no reconozco. La necesito. No puedo vivir sin ella. La droga se me hace indispensable. Mi cuerpo arde por ella, aunque la razón – en estado puro de conocimiento racional– rechaza cualquier forma de suministración subcutánea. Es algo que no puedo controlar. Una atracción inverosímil y completamente absurda.

Se supone que soy la dueña de mi cuerpo, de mi alma, de mi mente, de mi corazón. ¿Por qué me quedo así? ¡Haz algo, coño! ¿Por qué cada vez me entra ese hormigueo insaciable en el estomago? ¿Por qué cada vez vuelve a penetrarme la aguja de la irracionalidad? ¿Acaso no sé cómo actuar? ¿Acaso no sé cómo son las cosas realmente? ¿Por qué se me ciegan los ojos y me niego a ver las cosas como son? ¿Por qué no puedo ver la realidad? ¿Por qué me dejo llevar por instintos indefinidos? ¿Por qué no soy racional? ¿Por qué necesito algo que no quiero?

Me veo atrapada, atrapada en un pozo sin fondo. Sigo cayendo. Abajo, más abajo. No puedo detenerme. Infinito lastro de inestabilidades. Perenne desfile de propuestas en vano. Soy incapaz de mantener mi palabra. Ella misma…la droga es más fuerte que yo. Pensaba poder vencerla pero ya me he dado cuenta que es una autoinyección automatizada. Ya no tengo control sobre mí misma.

Siguen ganando. Una y otra vez. Y lo peor es que no puedo prescindir de ellos. Mis axiomas irracionales son como la droga: enganchan. Es más fácil seguir jodiendoselavida que dejarlo. Con la diferencia de que los drogadictos lo hacen por placer…yo por masoquismo.

domingo, 12 de octubre de 2008

Contigo

Y sin lóbrega luz me voy ahora
hasta tus pasos.
Sosténme, te sostengo.
Apóyate, me apoyas.
Caminemos ya juntos,
pueblo, mujer míos.

Como dura puerta, Jaime Labastida

* * *

Estoy contigo, siempre, hasta el final del mundo. Estaré a tu lado hasta llegar a esa inmensa puerta, esa puerta que hasta hoy ha permanecido cerrada. Juntas. Te acompañaré hacia la puerta de la felicidad. El cielo nos contemplará. Percibirá nuestras manos se unidas en un abrazo, fundiéndose con la cerradura. Palpitará nuestro incesante ímpetu al reventar aquella puerta, que demasiado tiempo ya se ha quedado cerrada. Advertirá que la silueta de las dos, ligadas como las alas de las mariposas, atraviesa esa puerta, con sumo cuidado, asegurándose que la ha sobrepasado. Estamos allí. Juntas. Unidas.

No te voy a dejar ir. Estoy allí, contigo. Apóyate amor, apóyate en mi pecho. Escucha: ¿lo oyes? Es mi corazón, que sigue latiendo, porque tú le das la vida. Siénteme, siénteme contigo, siente el motor de la vida que me lleva hacia ti. Ese motor que me da la fuerza para seguir adelante. Tu desesperación será mi fuerza. Tu desilusión será mi ánimo. Porque tú, amor, tú me haces vivir.

sábado, 11 de octubre de 2008

Estrella

La mayoría de los seres humanos son como las hojas que caen de los árboles, que vuelan y revoltean por el aire, vacilan y por último se precipitan al suelo. Otros casi son como estrellas, siguen su camino fijo, ningún viento los alcanza, pues llevan en su interior su ley y su meta.

Herman Hesse


* * *


Estrella, quiero ser estrella...



jueves, 9 de octubre de 2008

Absurdo...pero mío

Déjame, pensamiento, déjame...

Déjame, pensamiento, déjame,
mañana seré tuyo,
volveré a ser tu presa.

Pero hoy,
mientras la luz araña en los árboles y pide
una oportunidad,
quiero que me recoja la inútil primavera.

A la casa del frío
regresaré mañana, cuando el tiempo
exponga sus razones
y el corazón pregunte
lo que falta por ver,
cuántos latidos
pueden quedarle para detenerse.

Luís García Montero

* * *

Las llamas de la herida se hacen más intensas;
se hacen cada vez más grandes
y yo misma decido echarle alcohol.
Duele,
todo duele,
agonizo por cuestiones que yo misma desconozco.

Solo sueño con mares índigos y paisajes frescos,
con ser perfecta y inmejorable.
Sin embargo yo también tengo decepciones
irracionales,
absurdas,
incomprensibles,
pero las tengo.

Pensamientos que no me dejan un momento de tregua,
me impulsan y me transforman en su muñeca voodo.
No quiero pensar
no quiero conceder espacios,
someterme a charlas interiores,
tolerar faltas de comprensión.

Sola.
Quiero estar sola;
para que nadie me juzgue,
para que nadie me condene;
porque estoy harta de ver mis ideales derrumbarse debajo de mis pies,
porque no siempre lo mío es irracional,
porque lo que siento es importante, por absurdo que sea;
porque tengo razones.