jueves, 12 de junio de 2008

Yo he vivido

La vida no nos espera; somos nosotros quienes tenemos que ir a buscarla.

Y el momento siempre llega: es cuando necesitamos pensar que algo muy deseado nos saldrá bien, que hoy es la nublada vigilia de un largo mañana de sol. Nos alimentamos con bocaditos de confianza, sopitas de autoestima y helados de ansia. Pero lo que queremos que ocurra allí sigue, detenido en el híbrido tiempo de las esperas sin eco, luz ni reloj.

Y entonces reflexionamos, que es ese flexionar-nos sobre nosotros mismos para mirarnos de frente, mientras buscamos murmullos de respuesta en nuestro torrente de dudas. Penetramos en la esencia del ser, cuando las raíces se alzan buscando luz y los sueños descienden buscando pistas en que aterrizar.

Son momentos trascendentes en la vida, porque quien la está decidiendo es el único que la vive de principio a fin, segundo a segundo y con todas sus consecuencias: somos nosotros dentro de nosotros.

A lo que queremos que sea nunca hay que huirle, porque si lo hacemos difícilmente será. Unas veces habrá que esperar y otras actuar; habrá que decidir entre la presión y la sutileza, la razón, la emoción, la conmoción, la pasión... porque cada roce requiere su tacto.

Y al final, vibrando por el sí, estar mentalizados para un no. Porque en lo que para nosotros puede llegar a ser la cumbre, el luchado nos construye mucho más que la indiferencia sin historia ni orgullo.

Ángela Becerra, Ir o esperar


* * *

Hay gente que vibra por el sí y mentaliza por el no, no lucha, es indiferente, orgullosa. Yo he estado actuando y esperando. He estado sintiendo y queriendo. He estado creyendo y soñando. He estado presionando y calmando. He tenido mansedumbre e impaciencia. He construido y mantenido. Pero no he huido. He amado. He vivido. Yo sí.

1 comentario:

Blumun dijo...

Es cierto, aunque vibres con el si, siempre hay que mentalizarse para un no, la vida así lo enseña. No es que no luches, todo lo contrario, en cada batalla, la ganes o la pierdas, acabas con cicatrices inborrables.Unas te producen orgullo, otras una profunda tristeza, pero son parte de esta guerra diaria que se llama vida.
A veces no tenemos armas adecuadas, otras el enemigo es muy fuerte y nos desgasta el corazòn como se desgasta la mina del lapiz.
No importa la afilaras de nuevo y volverás a luchar, el problema es que cada vez queda menos lapicero y tienes el corazón encogido y correoso.
Lo del lapiz es irreversible, lo de tu corazón no, porque volverás a ilusionarte, a querer, a vivir, tu corazón volverá a expandirse, a ser blandito y tierno.
Lucha por ello aunque a veces no sepas muy bien contra quien.