domingo, 20 de julio de 2008

La vieja locomotora

De pronto, atronadora,
entre un humo que surcan llamaradas,
despide la feroz locomotora
un torrente de notas aflautadas,
para anunciar, al despertar la aurora,
una estación que en feria convertía
el vulgo con su eterna gritería,
la cual, susurradora y esplendente,
con las luces del gas brillaba enfrente;
y al llegar, un gemido
lanzando prolongado y lastimero,
el tren en la estación entró seguido
cual si entrase un reptil a su agujero.

El tren Expreso, Canto I, IX, Ramón de Campoamor

* * *

En las noches vacías, la vieja locomotora de los deseos se desvía de los antiguos raíles y elige una nueva ruta para recompensar tu ausencia. A cada palada de carbón, los pistones impulsan las ruedas, llevándolas a lugares desconocidos, y añadiéndole una pizca de tu presencia, se pierden en campos verdes llenos de tus caricias, pasan por montañas que gritan tu nombre, atraviesan ríos donde fluyen tus palabras, transcurren cascadas que se inundan de tu belleza, alcanzan los rayos de sol que desvanecen en los sueños del tu piel.

Suspiros. Suspiros que rebotan en mi corazón como el dócil sonido de la locomotora. Esos suspiros tuyos que me hacen sentir viva, que me conducen hasta el destino final, hasta los mares de sueños de tu mirada, esa mirada que me da la vida, que me acerca al anhelo de tus besos. Esos suspiros tuyos que me obligan a aguantar la ‘dulce’ espera de poder por fin tenerte. Esos suspiros tuyos que me llevan a la locura, que me guían hasta el deseo de poder amanecer a tu lado. Esos suspiros tuyos que me permiten contemplar tu belleza y ver que aún sueñas despierta para así perder el cansancio. Esos suspiros tuyos que anhelan más allá del horizonte para no estar perdidos en el olvido.

Estás tan bonita esta noche, te sienta tan bien el pelo suelto, me atraen tanto tus dulces ojos color miel, me enloquece tanto tu suave boca de fresa, me apasiona tanto tu cuerpo… ese cuerpo que mis manos delicadamente desean descubrir. Me quedaría recorriendo tus paisajes para siempre, no bajaría nunca, pasaría cada estación con la suave brisa de tus suspiros despeinándome el pelo, simplemente me dejaría llevar por esta vieja locomotora, que noche tras noche, minuto tras minuto, segundo tras segundo me lleva hacia ti.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta el susurro de tu vieja locomotora. Soy consciente de que siempre he viajado en trenes muy veloces, demasiado veloces. Tenía prisa por llegar, tanta que no me fijaba en el nombre de las estaciones que atravesaba. Se me paso la mía, la estación de la esperanza y me baje en la siguiente, la estación de la soledad.
Aquí estoy, sentada en un banco en el andén, esperando un tren que ya no volverá a pasar.

esclera dijo...

Y ahora, y siempre...
La vieja locomotora de los deseos sigue su andanza por los raíles de la esperanza.
Esperanza, esperar, espero...
Te espero y esperaré siempre, en todos los andenes, en todas las estaciones, que como un día primero de octubre, en Chamartín, me llevaron hacia ti, hacia esta aventura sin fin.

¿Te acuerdas de octubre en Madrid?
¿Del Obradoiro bajo una lluvia torrencial?
¿Del espejo desdichado de cierto sitio...?
¿De la Biotecnología?
¿¡De Siguenzaa!!!??
¿Del teatro, el Retiro, el Ritz, Lavapiés,...?
¡Tantas y tantas cosas que hemos hecho juntas!
¿No te parece increíble?
Y aunque ahora estés más lejos, tan sólo el día a día, contigo, me hace sonreír, me da fuerzas para levantarme cada mañana, para estudiar, para recuperar la esperanza.

Gracias, amor, por todo.
Te espero, como cada día, en la locomotora. ;)